martes, 27 de febrero de 2018

Un antes y un después.


Deuteronomio 31:8.......Y Jehová va delante de ti; él estará contigo, no te dejará, ni te desamparará; no temas ni te intimides.

La historia del ser humano está marcada por un antes y un después. En los días de Moisés, el hombre de Dios no podía dar un paso si Dios no iba delante de Él. Esto garantizaba la victoria en todo lo que emprendía. El gran problema del hombre fue la rebeldía. Siempre quiso obrar en sentido contrario e ignorar a Dios. 

Éxodo 40:36 dice: "Y cuando la nube se alzaba del tabernáculo, los hijos de Israel se movían en todas sus jornadas; pero si la nube no se alzaba, no se movían hasta el día en que ella se alzaba. Porque la nube de Jehová estaba de día sobre el tabernáculo, y el fuego estaba de noche sobre él, a vista de toda la casa de Israel, en todas sus jornadas.” Esa nube y esa columna era la presencia de Dios.

Después de Moisés, Dios entró en una nueva relación con el hombre. A Josué, el líder que reemplazó a Moisés, Dios le dijo: "Mira que te mando que te esfuerces y seas valiente; no temas ni desmayes, porque Jehová tu Dios estará contigo en dondequiera que vayas.” (Josué 1:9).

En esta nueva relación, si el hombre se movía, Dios también se movía...Esto motivó a Josué a conquistar naciones. Luego, los sucesores de Josué, en su terquedad, se quedaban en un solo lugar y no conquistaron. !!!!Detenían el avance de Dios!!!!

En los días de Jesús, Él sólo podía estar en cuerpo presente en un solo lugar. Después de ascender a los cielos, en el día de Pentecostés, descendió el Espíritu Santo para estar en cada creyente, en cada hombre o mujer dispuesto a recibirlo. Donde quiera que estas personas van, la presencia de Dios, que es su gloria, irá con ellos.

Jesús oró así, estando en la tierra:  "Y yo rogaré al Padre, y os dará otro Consolador, para que esté con vosotros para siempre: el Espíritu de verdad, al cual el mundo no puede recibir, porque no le ve, ni le conoce; pero vosotros le conocéis, porque mora con vosotros, y estará en vosotros.

Ya no estamos en los tiempos de Moisés, ni de Josué ni en los tiempos antes de Cristo. Estamos en los tiempos después de Cristo crucificado y resucitado. Ahora Cristo puede morar en un corazón dispuesto a recibirle. ¿Quieres invitarlo a que viva en ti y ande contigo de día y de noche donde quiera que vayas?


Oración
Padre, que estás en los cielos, en este día te pido perdón por todos mis pecados, me arrepiento de haberte ofendido. Quiero recibir a Jesús en mi corazón. Quiero que tu Santo espíritu haga morada en mí y que esté conmigo todos los días de mi vida. Amen.

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