Levítico 9:24..........Y salió fuego de delante de Jehová, y consumió el holocausto con las grosuras sobre el altar; y viéndolo todo el pueblo, alabaron, y se postraron sobre sus rostros.
Lo primero que Dios enseño al hombre, después del primer pecado realizado por Adán y Eva, fue que este debía ofrendar un cordero sin ningún defecto, y siempre que el hombre se acercara a Dios debía ofrecer un sacrificio.
Uno de los errores de Caín fue presentar la ofrenda que a él le parecía y no lo que Dios exigía. Si Dios te pide o te ordena algo, ¡dáselo!.. no lo pienses dos veces.
Génesis 4:3-7…Y aconteció andando el tiempo, que Caín trajo del fruto de la tierra una ofrenda a Jehová. Y Abel trajo también de los primogénitos de sus ovejas, de lo más gordo de ellas. Y miró Jehová con agrado a Abel y a su ofrenda; pero no miró con agrado a Caín y a la ofrenda suya. Y se ensañó Caín en gran manera, y decayó su semblante.
El otro error de Cain fue matar a su hermano por soberbia, pues el Señor le dijo después de cometer el primer error, a la puerta está la solución del conflicto, tienes una oportunidad de restaurar lo que hiciste. Presenta la ofrenda que pedí, un cordero sin mancha. Más Caín persistió. Prefirió hundirse en un pecado más grave: el asesinato.
¡Es mejor ser recordados como una persona que ofrenda a Dios que como un pecador no arrepentido!
Siglos más adelante Dios enseña a la nación de Israel por boca de Moisés cómo construir y preparar un altar, cómo sería el ritual al presentar un cordero por cada hombre que confesare sus pecados. El sacerdote debía colocar leñas en la parte inferior del altar de sacrificio y el cordero encima. (Éxodo 27)
La primera vez que se colocó un cordero en el altar, de forma milagrosa descendió fuego del cielo que quemó y consumió el cordero del sacrificio. (Levítico 9: 24)
Ese cordero tipifica a Jesús, "el cordero de Dios." El altar tipifica la cruz. El lugar de sacrificio y el fuego, la presencia del Espíritu Santo.
Todos los días de nuestra vida deberíamos recordar el sacrificio de Jesús en la cruz, presentarnos delante de Él como un sacrificio vivo, renunciando a toda forma de pecado y rogar al Padre que envíe el fuego purificador de su Santo Espíritu sobre nosotros, que consuma todo aquello que le ofende.
Declaración.
Señor, quiero ser un sacrificio vivo y santo. Hoy me presento delante de ti, rogando que perdones mis pecados en el nombre de Jesús tu hijo, y que envíes el fuego de tu Santo Espíritu y consuma en mí todo lo que te ofende. Quiero ser agradable a ti.
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