martes, 18 de julio de 2017

El atalaya


Ezequiel 3:17...Hijo de hombre,  yo te he puesto por atalaya a la casa de Israel;  oirás,  pues,  tú la palabra de mi boca,  y los amonestarás de mi parte. Cuando yo dijere al impío: De cierto morirás;  y tú no le amonestares ni le hablares,  para que el impío sea apercibido de su mal camino a fin de que viva,  el impío morirá por su maldad,  pero su sangre demandaré de tu mano.

Recién convertido al Señor, sólo conocía un versículo de la Biblia con el cual me convertí: Apocalipsis 3:20
“He aquí,  yo estoy a la puerta y llamo;  si alguno oye mi voz y abre la puerta,  entraré a él,  y cenaré con él,  y él conmigo”.

Muy alegre empecé a predicar a mi familia, a mis amigos, a los compañeros de trabajo, creyendo que sería algo muy sencillo. Pensé, “ahora todos se convertirán, serán cristianos, serán salvos”.
 
Al intentar  convencer a mis amigos que se volvieran a Dios se burlaron de mí. Me decían tonto por creer en "cuentecitos". Desilusionado, llegué a pensar "no soy un buen cristiano; soy falso. No tengo nada de Dios. No les predicaré más”.

Regresé una tarde a mi casa desilusionado y, por primera vez, vino a mi mente una palabra de Dios "Ezequiel 3:17". Yo no conocía ni siquiera que existiera Ezequiel en la Biblia, pues no la conocía. Al buscar este versículo en la Biblia, me llené de ánimo y empecé a predicarles a todos mis conocidos sin importar si se burlaban o no.

Ezequiel 3:19-21..... Dice: "Pero si tú amonestares al impío,  y él no se convirtiere de su impiedad y de su mal camino,  él morirá por su maldad,  pero tú habrás librado tu alma.  Si el justo se apartare de su justicia e hiciere maldad,  y pusiere yo tropiezo delante de él,  él morirá,  porque tú no le amonestaste;  en su pecado morirá,  y sus justicias que había hecho no vendrán en memoria;  pero su sangre demandaré de tu mano.

"Pero si al justo amonestares para que no peque, y no pecare,  de cierto vivirá,  porque fue amonestado;  y tú habrás librado tu alma".

Un atalaya de la época en la cual Dios le dio al profeta esta palabra era un hombre que vigilaba desde una torre si el enemigo se acercaba a las murallas. Él gritaba: ¡Peligro! ¡El enemigo nos rodea, se acerca! Él hacía turnos con otros atalayas. La vida de los habitantes del pueblo dependía de él. Si él no avisaba y el enemigo los tomaba por descuido, era su culpa. Esa sangre derramada era sobre él. 

Dos cosas te digo: primera, si eres un verdadero hijo de Dios, predica, sin importar si te desprecian. A su tiempo, serás recompensado y consolado por Dios. Segundo: si aún no eres obediente a Dios, si aún continuas pecando, es tiempo que te vuelvas a Dios, pues no tendrás excusa delante de Él, pues alguien ya te habló.

Oración
Padre que estás en los cielos, ruego, Señor, que pongas de tu gracia en cada atalaya que se dispone a anunciar a sus amigos y familiares acerca del plan de salvación que es en Cristo Jesús. Ruego para que cada persona que lee estos devocionales sea inquietada por tu Santo Espíritu y se vuelva a ti.


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