viernes, 2 de octubre de 2015

Nuestra casa

Apocalipsis "...He aquí, yo estoy a la puerta y llamo; si alguno oye mi voz y abre la puerta, entraré a  él, y cenaré con él, y él conmigo”

Este fue el pasaje bíblico que transformó mi vida. Nunca imaginé que algo tan sencillo como este versículo pudiera cambiar el rumbo de mi ser. Por años, intenté dejar de fumar y de tomar licor, pero todo método empleado fue inútil. Sin embargo, después de orar diciendo: “Señor Jesús, te abro la puerta de mi corazón”,  nunca más, en veinticinco años, ha estado el deseo de consumir alcohol o el de fumar.
 
Jesús entró literalmente a mi ser y tomó la principal de las habitaciones (mi espíritu). Mi cuerpo dejó de necesitar el licor para sentirse alegre. Ahora Jesús es mi alegría.

Nuestra vida se asemeja a una casa, en ocasiones, muy hermosa por fuera, pero vuelta un desastre por dentro, si Dios no está en ella.

Nuestros ojos y oídos son como ventanas,  y tenemos que tener mucho cuidado con lo que entra a nuestra alma. Aunque usted se sienta una persona madura y centrada y piense que las escenas de pornografía, o de violencia o de vampirismo no le afectan, ¡su alma, su espíritu, su relación con Dios si son afectados!

“Por tanto, si tu ojo derecho te es ocasión de caer, sácalo, y échalo de ti; pues mejor te es que se pierda uno de tus miembros, y no que todo tu cuerpo sea echado al infierno” (Mateo 5:29).

Nuestro corazón es comparable con la puerta. Por diseño, Dios nos construyó de forma tal que nadie entrara a nuestro ser si nosotros mismos no le abrimos la puerta o las ventanas. Ningún espíritu maligno puede entrar a poseer a una persona si ella misma no lo autoriza.

El Espíritu Santo de Dios no entrará a poseer nuestro ser si nosotros mismos no lo autorizamos.

Ten cuidado a quién le abres las puertas de tu casa. Igual, ten cuida de no abrir tu corazón, al odio, al resentimiento, a la amargura o a cualquier forma de pecado; más bien invita al Señor Jesús para que haga morada en ti.

Si el Espíritu de Dios Mora en nosotros ya no será "una casa cualquiera", será un palacio, un "templo"  donde Él ejerce su  Soberanía.

Oración
Señor Jesús, te invito a entrar. Te abro mi corazón Quiero que mores también en mi hogar. Tu santo Espíritu llene cada rincón de mi ser, y todo lo que te ofende salga de mí. Prometo cuidar mis ojos de ver lo que no conviene y mis oídos de lo oír lo que no edifica.

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