domingo, 13 de agosto de 2017

Gracias Dios por tu perdón


Salmos 32:1. Bienaventurado aquel cuya transgresión ha sido perdonada,  y cubierto su pecado.
Bienaventurado el hombre a quien Jehová no culpa de iniquidad,   Y en cuyo espíritu no hay engaño. Mientras callé,  se envejecieron mis huesos en mi gemir todo el día.

El pecado afecta el área física. La causa número uno de todas las enfermedades es el pecado. Quite el pecado y vea cómo desaparecen las enfermedades. En Apocalipsis dice que cuando Cristo reine, no habrá más enfermedades; las personas serán sanas.

David dice que enfermó mientras no se arrepintió ni confesó su pecado.

El pecado afecta el área emocional, espiritual. David decía que no podía dejar de llorar. Usted puede enfermar del cuerpo y también del alma. Dice Proverbios 18:14. “El ánimo del hombre soportará su enfermedad; Mas  ¿quién sorportará al ánimo angustiado?”

Afecta el área financiera (2 de Samuel 12)

Abre puerta a un espíritu de violencia, por lo cual no se apartará jamás de su casa la maldición y la muerte. Acarrea vergüenza pública.

En algunos países se practica la pena de muerte para ciertos delitos como el abuso sexual, el homicidio, la deslealtad, la venta de drogas, etc.

Aunque suena fuerte, un delito es un pecado y la Biblia establece que la paga del pecado es muerte y va más allá; ciertos pecados, como el adulterio, se pagaban antiguamente con la muerte. El no guardar el día de Reposo para Dios era castigado.

Jesús, nuestro, Señor dice que si una persona desea la mujer de su prójimo, ya ha cometido adulterio. Si alguien odia a su hermano es un asesino; esas personas deben morir.

¿Qué tal que fuéramos juzgados por las leyes humanas por lo que pensamos? estarían las cárceles llenas y todos los días cientos de personas irían a la silla eléctrica, a la cámara de gas o serian decapitados.

A diferencia de la ley humana, la ley divina es infalible, santa, perfecta justa. La ley humana se corrompe, se deja comprar, y en algunos casos, puede condenar a un inocente.

 Declaración
Gracias te doy, Señor, por perdonar todos mis pecados. Gracias por no recordar cada ofensa que te hecho. Gracias por tu Santo Espíritu que cada día me redarguye de pecado, me enseña, y me guía

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