martes, 6 de junio de 2017

Pureza en nuestra forma de pensar


Efesios 4:22...En cuanto a la pasada manera de vivir, despojaos del viejo hombre, que está viciado conforme a los deseos engañosos,  y renovaos en el espíritu de vuestra mente, y vestíos del nuevo hombre, creado según Dios en la justicia y santidad de la verdad. Por lo cual, desechando la mentira, hablad verdad cada uno con su prójimo; porque somos miembros los unos de los otros.
 
Diariamente, la mayoría de las personas se cambian de vestidos; otros lo hacen más de una vez al día. Así como usted cambia de ropa, debería cambiar su forma de andar, de vivir despojándose de todo pecado, despojándose del hombre viejo, similar al vestido viejo y sucio.
 
Todo cambio comienza primero en el pensamiento; si éste no es renovado por nosotros, nunca podremos salir de una condición impura. Así como pensamos en no mantener la misma ropa por higiene, igual ocurre con nuestros pensamientos deben ser cambiados.
 
Algunos llegamos a creer que el bautismo, siendo niños o en la edad adulta, nos limpiaba de pecados o nos  producía el perdón de Dios, pero el apóstol Pedro nos saca del error, al aclarar en 1 de Pedro 3: 21 que "El bautismo no consiste en la limpieza del cuerpo, sino en el compromiso de tener una buena conciencia delante de Dios. Esta salvación es posible por la resurrección de Jesucristo.
 
Debemos ser puros en nuestra forma de pensar.
 
Nuestro Señor Jesús dijo: “Oíste que fue dicho: No adulterarás. Pero yo os digo que cualquiera que mirare a una mujer para codiciarla, ya adulteró con ella en su corazón.” El mandamiento antiguo ponía la prohibición en el acto mismo, pero  Jesús lo puso en  los pensamientos; allí comienza todo. De modo que el tema que más debe ocupar nuestra atención será cómo podemos enfrentar esta batalla del corazón.
 
Pablo nos aconseja usar el yelmo de la salvación, el cual consiste en guardar la palabra de Dios en nuestra mente, memorizarla, y cuando los "dardos del enemigo" (pensamientos  impuros puestos por el diablo) lleguen a la mente,  la palabra de Dios, ahí guardada, los rechaza.
 
En todo esto siempre habrá una acción que es nuestra, en este caso protegernos, como lo haría un ciclista o un motociclista. El usará para proteger su cabeza un casco, en este caso, la palabra de Dios.
 
Declaración
 
Declaro que guardaré mi corazón y mi mente, por lo cual guardaré también mis ojos y mis oídos de no contaminarlos con películas pornográficas, de escenas violentas o que ofendan a mi Dios. Llenaré mi mente de la palabra de Dios, la cual memorizaré.
 
 
 
 


Rafael Olaciregui
Centro Cristiano de Colombia
http://centrocristianodecolombia.org

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