Isaías 59: 1 He aquí que no se ha acortado la mano de Jehová para salvar, ni se ha agravado su oído para oír; pero vuestras iniquidades han hecho división entre vosotros y vuestro Dios, y vuestros pecados han hecho ocultar de vosotros su rostro para no oír.
Iniquidad es el efecto del pecado realizado por nuestros antepasados en nosotros, la conducta repetitiva de pecado, patrón que toma asidero en nuestra forma de ser y pasa de una generación a otra. Va mutando y cada vez se hace peor. Lo que nos impulsa a hacer lo que no queremos hacer, que nos inclinemos o cedamos ante su naturaleza destructora.
Es como una semilla o un huevo que pasa de una generación a otra, arraigándose hasta que queda como un pecado común escrito en nuestros corazones. Tenemos como ejemplo el alcoholismo, la promiscuidad sexual, la drogadicción, la ruina.
Todos los que tenemos sangre española o africana cargamos con las iniquidades producidas por las muertes en la época de la colonia, las hechicerías y derramamientos de sangre.
Las iniquidades se manifiestan como maldiciones a través de las generaciones. La palabra de Dios dice que ninguna maldición viene sin causa. Todo lo que nos sucede en nuestra vida es producto de una causa, un efecto.
Muchas veces no sabemos por qué nos suceden las cosas. Estas situaciones pueden ser consecuencias de las iniquidades, que producen maldiciones. Esa tendencia a mentir constantemente, a la ira y enojo desmedidos, a los pecados sexuales, al robo, a la avaricia, a la altivez, al orgullo, a la idolatría, a la envidia. al no darse a las personas etc. son pecados que van de generación en generación.
En nosotros existe el conflicto de dos simientes: la mala semilla sembrada por el maligno, heredada de nuestros padres, que sujeta la carne; y la divina, que heredamos de Jesús en el momento que lo recibimos como nuestro Salvador, que nos lleva a vivir por el Espíritu.
Estas dos simientes están en continuo conflicto hasta que una de las dos muera. Será la simiente que más alimentemos la que prevalecerá en nosotros.
Romanos. 8:13 dice: "Porque si vivís conforme a la carne, moriréis; más si por el Espíritu hacéis morir las obras de la carne, viviréis. ¿Has pensado qué simiente estás alimentando más?
Tito 2:14 habla de “Jesucristo...Quien se dio a si mismo por nosotros para redimirnos de toda iniquidad…”
Declaración
Hoy decido vivir conforme al Espíritu Santo. Creo que Jesús tomó mi lugar en la cruz. Leeré más la palabra de Dios. Asistiré frecuentemente a una iglesia cristiana. Participaré del discipulado. Renuncio, en el nombre de Jesucristo, a toda iniquidad consecuencia de mi vida sin Cristo y por herencia de mis antepasados.
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