Colosenses 3:5-8......Haced morir, pues, lo terrenal en vosotros: fornicación, impureza, pasiones desordenadas, malos deseos y avaricia, que es idolatría; cosas por las cuales la ira de Dios viene sobre los hijos de desobediencia, en las cuales vosotros también anduvisteis en otro tiempo cuando vivíais en ellas. Pero ahora dejad también vosotros todas estas cosas: ira, enojo, malicia, blasfemia, palabras deshonestas de vuestra boca.
Una de las polémicas más frecuente entre los predicadores y las personas a las cuales se les predica el evangelio de Jesucristo es la afirmación de que hay hijos de Dios e hijos del diablo. Esto último suena grosero, pero el mismo Jesús llamó a los Judíos hijos del diablo, precisamente por no hacer la voluntad de Dios.
En el evangelio de Juan 8:43, Jesús les dijo ¿Por qué no entendéis mi lenguaje? Porque no podéis escuchar mi palabra. "Vosotros sois de vuestro padre el diablo, y los deseos de vuestro padre queréis hacer. Él ha sido homicida desde el principio, y no ha permanecido en la verdad, porque no hay verdad en él. Cuando habla mentira, de suyo habla; porque es mentiroso, y padre de mentira"
Hijo de desobediencia suena más elegante pero es lo mismo que "hijo del diablo".
Los hijos desobedientes a sus padres naturales les causan gran tristeza. Si usted aún está bajo cobertura de sus padres, entienda hoy que un padre o una madre nunca se enojan del todo con sus hijos. Las expresiones que usted escucha de ellos son motivadas por el dolor al saber que van a fracasar o que sus vidas se le van a acortar.
La desobediencia trae consecuencias. Una de esas consecuencias es la citada en colosenses 3:6... "la ira de Dios", por lo cual deberíamos ser obedientes en todo a los mandamientos de Dios. Si amamos a Dios y le obedecemos, de seguro agradaremos a nuestros padres naturales.
Es imposible decir que somos hijos del Dios Altísimo y andar en desobediencia a nuestros padres o autoridades.
En el huerto del Edén, nuestros primeros padres conocieron a Dios físicamente y anduvieron con Él. Hoy, Dios es conocido por los hombres y mujeres que son obedientes a su palabra y llenos del Espíritu Santo.
El apóstol Pablo cuando tuvo un verdadero encuentro con Cristo lo primero que dijo fue ¿Qué haré, Señor? Y el Señor le dijo: Levántate, y ve a Damasco, y allí se te dirá todo lo que está ordenado que hagas. La verdadera identidad de hijo es demostrada por la obediencia al Padre. (Hechos 22:10)
El mismo Pablo, más adelante, nos enseña que es posible ser libres de las garras del diablo y tener una vida nueva, por su gracia y misericordia, y explica, además, que la desobediencia es un espíritu inmundo.
"Y él os dio vida a vosotros, cuando estabais muertos en vuestros delitos y pecados, en los cuales anduvisteis en otro tiempo, siguiendo la corriente de este mundo, conforme al príncipe de la potestad del aire, el espíritu que ahora opera en los hijos de desobediencia" (Efesios 2:1-3).
Declaración
El honor más alto que puede lograr un ser humano es ser llamado hijo de Dios y es lo que anhelo ser. Mi Señor, ruego me perdones por haber sido desobediente a tu palabra, a mis padres y a las autoridades. Hoy propongo, en mí, obedecer tus mandamientos y someterme a toda autoridad puesta por ti mi Dios.
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