viernes, 8 de junio de 2018

Jesús Pan de vida



Éxodo  16:4.......Y Jehová dijo a Moisés: He aquí yo os haré llover pan del cielo; y el pueblo saldrá, y recogerá diariamente la porción de un día, para que yo lo pruebe si anda en mi ley,  o no”, 


A diario debemos leer la palabra de Dios preferiblemente apenas nos levantamos de dormir, antes de hacer cualquier oficio, esta debe ir acompañada de oración, adoración, alabanza a nuestro amado Dios.

La palabra es como ese mana que todos los días Dios enviaba a los israelitas en el desierto, igual la palabra que tu lees o escuchas el domingo es para el domingo en la mañana, aunque ella te alimenta necesitas más cada día de tu vida, nosotros no comemos físicamente cada siete días, lo hacemos en la mayoría de los casos tres o más veces a al día.

Si no nos alimentamos nos enfermamos, si no hay palabra de Dios nos morimos espiritualmente.

Ésta provisión sobrenatural de Dios para su pueblo en el desierto es uno de los grandes milagros del Antiguo Testamento. Lamentablemente el contexto en el que se origina éste milagro no es una respuesta de Dios a la oración, ni a la adoración, ni al clamor de su pueblo, sino que dice la Escritura: “Israel murmuró”. 

Aunque Dios iba delante de ellos, los defendía y grandes señales había hecho, Israel no estaba agradecido, ni confiado en él, más bien expresa su inconformidad quejándose y murmurando ante la voluntad de Dios. (Evitemos la murmuración, pues Dios siempre sabe lo que hace, cuando y como)... 

Dios le dice a Moisés: “haré llover pan del cielo”, aunque eso nunca antes había ocurrido, aunque hacer llover en el desierto ya era difícil, y hacer llover pan era algo único y humanamente imposible, Moisés confió plenamente en las palabras del Señor.

Dios da instrucciones respecto a la manera de recoger el maná: “recogerá diariamente la porción de un día” y en esto serían probados. Dios nos prueba, él espera que caminemos en su ley, es la prueba de la obediencia. Para Dios la obediencia es más valiosa que miles de sacrificios, pues ante Dios no es posible negociar la obediencia por obras religiosas.

El maná fue temporal, fue la provisión de Dios en el desierto para Israel. Pero Jesús dijo: “Vuestros padres comieron el maná en el desierto, y murieron. Yo soy el pan vivo que descendió del cielo; si alguno comiere de este pan, vivirá para siempre” (Jn. 6:49, 51). Que bendición! Cristo es nuestra provisión para la eternidad y para nuestro ahora, podemos comer de él sin medida, él es nuestra vida y fortaleza, quien “come de este pan vivirá para siempre” (Jn. 6:58).

Dios tiene cuidado de nosotros como cuidó de Israel en el desierto, e igualmente nos quiere llevar a la tierra de bendición, es decir al lugar de su perfecta voluntad. Dios es nuestro proveedor, y la más grande provisión ha sido su Hijo mismo: Jesucristo, el pan vivo que descendió del cielo. 


ORACIÓN

Gracias, amado Jesús por tu obra, permítenos leer tu palabra cada día, meditar en ella,  danos la sabiduría para interpretarla correctamente y ser obediente a todo lo que tu nos  pidas.




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