Génesis 12:1.......Pero Jehová había dicho a Abram: Vete de tu tierra y de tu parentela, y de la casa de tu padre, a la tierra que te mostraré Y haré de ti una nación grande, y te bendeciré, y engrandeceré tu nombre, y serás bendición. Bendeciré a los que te bendijeren, y a los que te maldijeren maldeciré; y serán benditas en ti todas las familias de la tierra.
Dios ordenó a Abram que dejara a sus padres, a sus familiares, a sus amigos, sus propiedades, y sus costumbres. No fue una decisión fácil. Póngase usted en su lugar. El dejar a los padres y pensar en no verlos es duro; el cambiar de país y de costumbre es muy difícil.
Sólo Dios, en su infinito amor y sabiduría, sabe lo que nos conviene a nosotros, Abram vivía en medio de un lugar donde se practicaba la brujería, y sobreabundaba el pecado y Dios tenía un plan, un propósito con él.
Cuando Dios nos promete una gran bendición es fácil adorar. "Haré de ti una nación grande, y te bendeciré, y engrandeceré tu nombre, y serás bendición." Pero cuando él nos pide sacrificar lo que más amamos es cuando somos probados.
En la adoración yo no doy lo que me agrada a mí, sino lo que le agrada a Dios; por eso se llama sacrificio. Yo entrego lo que más me cuesta.
Génesis 22: 1 dice: "Aconteció después de estas cosas, que probó Dios a Abraham, y le dijo: Abraham. Y él respondió: Heme aquí. Y dijo: Toma ahora tu hijo, tu único, Isaac, a quien amas, y vete a tierra de Moriah, y ofrécelo allí en holocausto sobre uno de los montes que yo te diré.
Y Abraham se levantó muy de mañana, y enalbardó su asno, y tomó consigo dos siervos suyos, y a Isaac su hijo; y cortó leña para el holocausto, y se levantó, y fue al lugar que Dios le dijo. Al tercer día alzó Abraham sus ojos, y vio el lugar de lejos. Entonces dijo Abraham a sus siervos: Esperad aquí con el asno, y yo y el muchacho iremos hasta allí y adoraremos, y volveremos a vosotros."
Adorar significa “sacrificar” lo que más quiero para Dios. Observe que Abram dice “volveremos.” Él está seguro que, por mucho que se le ofrezca a Dios, siempre saldremos beneficiados, recompensados, bendecidos de su presencia.
Nunca saldremos de la adoración avergonzados, derrotados o humillados. Tú no necesitas en este día sacrificar un cordero, ni levantar un altar de piedra, ni matar a tu hijo, pero sí puedes entregarle a Dios lo que más aprecias.
Declaración
Señor, en el nombre de Jesús, hoy renuncio a toda pecado oculto en mi corazón, al rencor, al no perdón, a los celos, la ira, a las relaciones incorrectas, al orgullo. Hoy te entrego todo mi tiempo, mi atención, y desecho toda costumbre o tradición que te ofenda.
sábado, 27 de agosto de 2016
Día 237 Sacrificando lo que más amamos
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