El segundo día.
Marcos 11:12........Al día siguiente, cuando salieron de Betania, tuvo hambre. Y viendo de lejos una higuera que tenía hojas, fue a ver si tal vez hallaba en ella algo; pero cuando llegó a ella, nada halló sino hojas, pues no era tiempo de higos. Entonces Jesús dijo a la higuera: Nunca jamás coma nadie fruto de ti. Y lo oyeron sus discípulos.
Todo lo que Jesús realizaba tenía un propósito; en este caso, "enseñar" que debemos dar frutos. Él también lo expresó de esta manera: "todo árbol que no da buen fruto, es cortado y echado al fuego. Así que, por sus frutos los conoceréis." (Mateo 7:19)
También fue una demostración del poder de la palabra. De la misma forma que habló y Lázaro resucitó, habló y la higuera se secó.
Este mismo poder lo tienen los verdaderos hijos de Dios.
En ese segundo día, Jesús también enseñó que el templo de Dios es Santo y debe ser purificado: "Vinieron, pues, a Jerusalén; y entrando Jesús en el templo, comenzó a echar fuera a los que vendían y compraban en el templo; y volcó las mesas de los cambistas, y las sillas de los que vendían palomas; y no consentía que nadie atravesase el templo llevando utensilio alguno."
"Y les enseñaba, diciendo: ¿No está escrito: Mi casa será llamada casa de oración para todas las naciones? Mas vosotros la habéis hecho cueva de ladrones. Y lo oyeron los escribas y los principales sacerdotes, y buscaban cómo matarle; porque le tenían miedo, por cuanto todo el pueblo estaba admirado de su doctrina."
Debemos cambiar nuestros conceptos actuales con relación al lugar donde realizamos el culto al Señor; debemos considerarlos un templo Santo y no un simple lugar de reunión.
Debemos considerar a qué vamos al templo de Dios, cuál es nuestra intención, cuál nuestro deseo. Las escrituras reflejan en evidencia que los creyentes, además, de adorar iban varias veces al día a orar. "Pedro y Juan subían juntos al templo a la hora novena, la de la oración." (Hechos 3:1)
Mateo 21:14 relata que ese día, después de la purificación, la gloria de Dios se manifestó. "Vinieron a él en el templo ciegos y cojos, y los sanó."
Debemos purificarnos y santificarnos cada día.
Declaración
Declaro que, cada día de mi vida, buscaré la santidad, me congregaré en una iglesia cristiana de sana doctrina. Iré a ese lugar a adorar a Dios, a orar, y declararé palabras de bendición en el nombre de Jesús.
No hay comentarios:
Publicar un comentario