Isaías 43:2......Cuando pases por las aguas, yo estaré contigo; y si por los ríos, no te anegarán. Cuando pases por el fuego, no te quemarás, ni la llama arderá en ti.
Moisés, el Patriarca de Israel, el testigo de los Milagros y las maravillas realizadas por Dios en Egipto, al ser perseguido y no tener escapatoria, pues detrás de él tenía al ejército de faraón y delante el imponente mar que no lo dejaba avanzar, clamó a Dios y él le respondió:
¿Por qué clamas a mí? Di a los hijos de Israel que marchen. Y tú alza tu vara, y extiende tu mano sobre el mar, y divídelo, y entren los hijos de Israel por en medio del mar, en seco. (Éxodo 14:15)
Josué, el sucesor de Moisés, para entrar a la tierra de la promesa le fue necesario atravesar el río Jordán en la época más caudalosa, y Dios le dijo “tan pronto los pies de los sacerdotes toquen el río, éste se dividirá en dos y ustedes podrán pasar en seco.”
Y las aguas que venían de arriba se detuvieron como en un montón bien lejos de la ciudad de Adam, que está al lado de Saretán, y las que descendían al mar del Arabá, al Mar Salado, se acabaron, y fueron divididas; y el pueblo pasó en dirección de Jericó. (Josue 3:16)
Los tres amigos de Daniel fueron arrojados a un horno de fuego a causa de no adorar a los dioses falsos de Babilonia ni a la imagen de Nabucodonosor y el rey quedó asombrado que los verdugos murieron al arrojarlos al horno, y que las llamas no afectaran a los siervos de Dios.
Y él dijo: He aquí yo veo cuatro varones sueltos, que se pasean en medio del fuego sin sufrir ningún daño; y el aspecto del cuarto es semejante a hijo de los dioses. (Daniel 3:25)
Todo lo experimentado por Moisés, por Josué, por Sadrac, Mesac y Abed-nego hace parte de la promesa de Dios para nosotros en estos tiempos: "Cuando pases por las aguas, yo estaré contigo; y si por los ríos, no te anegarán. Cuando pases por el fuego, no te quemarás, ni la llama arderá en ti."
Somos testigos de cómo Dios, en más de una ocasión, ha librado a nuestros hermanos en la fe de tragedias y aún a nosotros mismos y a nuestros hijos.
Declaración
Declaro que confiaré en las promesas de Dios para mí. No tendré temor del fuego ni de las aguas. No pasaré por la gran tribulación; entraré a la patria celestial.
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