sábado, 30 de abril de 2016

Día 120 Adorar a Dios


Mateo 4:10...... Porque escrito está: Al Señor tu Dios adorarás, y a él sólo servirás.
Bajo este principio, Jesús venció a Satanás en el desierto.  "Entonces Jesús le dijo: Vete, Satanás, porque escrito está: Al Señor tu Dios adorarás, y a él sólo servirás. El diablo entonces le dejó; y he aquí vinieron ángeles y le servían."


Lo principal que va a forjar nuestro carácter cristiano es la adoración a Dios. Cuando tú adoras a alguien, terminas pareciéndote al motivo de tu adoración. Vean lo que ocurre con los admiradores de los cantantes de la música: cuando los idolatran se visten como ellos, bailan como ellos. Otros imitan a un líder político fallecido años atrás y siguen sus ideas.


Si tú adoras a Dios, si tú le imitas, si tú sigues a Jesucristo, terminas pareciéndote a Él.
Adorar, mis hermanos, lleva una acción y significa, entre otras cosas, honrar, servir, sacrificar.                                                              
Adoras a Dios cuando le das el primer lugar; si te levantas bien temprano y hablas con Él, te encomiendas en sus manos; cuando llegas temprano al culto y haces parte de los que, con su canto, le alaban; cuando, a pesar de estar cansado, en las noches oras y le bendices. 


Cuando tú dices: “Dios, te adoro Dios, te bendigo” y sólo son palabras, no estás diciendo nada porque la adoración requiere una acción, requiere sacrificio. Honrar es darle a Dios el primer lugar.                                                                              
Sirves a Dios: cuando ejecutas una labor para Él, le predicas a alguien, arreglas el templo, sirves de ujier, visitas a los enfermos, a los presos, enseñas a los niños etc.  

Para adorar, mis hermanos, se necesita preparación.                                                                                                                                    En la antigüedad, los  sacerdote preparaban un altar con leña traída de los montes, buscaban un cordero sin defecto, lo sacrificaban y lo colocaban sobre el altar. La primera vez que lo hicieron descendió fuego del cielo y lo consumió. A partir de ese momento, ellos deberían procurar que nunca se apagara el altar, buscando leña y manteniendo el fuego. 

Dios nos enseña en este día que debemos planificarnos para la adoración y el servicio. Esto hay que hacerlo en una forma cuerda, no de cualquier manera.     
                                                                                                       Preparar el altar nos habla de sacar el tiempo, el momento y el lugar. Puede ser tu habitación, la sala, el patio, un sitio donde sólo estén tú y Dios.  

Abraham sacrificó cuatro cosas: su familia y su país (Gén. 12:1), su pariente amado Lot (Gén. 13:1), el hijo de su pecado. La adoración va acompañada de sacrificios. Además de ayunar, orar vigilar, habrá que sacrificar comodidad, relaciones incorrectas, vicios. La adoración necesita, además del altar, una víctima que debes sacrificar tú.


Declaración
Padre mío, Dios mío, sólo a ti adoraré. Mi alabanza será solo para ti. Te honraré con mi vida y con los bienes que llegare a poseer. Te serviré. Tú serás lo primero para mí. Me prepararé, dispondré del tiempo para ti.

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