1 Pedro 2:9.......... Mas vosotros sois linaje escogido, real sacerdocio, nación santa, pueblo adquirido por Dios para que anunciéis las virtudes de aquel que os llamo de las tinieblas a su Luz admirable.
Dice la promesa......"el que nos ama, nos ha lavará de nuestros pecados con su sangre y nos hará reyes y sacerdotes para Dios, su Padre, a Él sea gloria e imperio por los siglos de los siglos. Amen" (Apocalipsis 1.5-6).
Cuando Pedro nos está diciendo “real sacerdocio” nos está viendo como a Cristo, el cual es Rey y al mismo tiempo sacerdote.
Cuando nos dice “adquirido” quiere decir comprados. Tenemos que declarar y creer que somos hijos de Dios, comprados con su sangre para que, cuando el enemigo nos quiera acusar o tentar, podamos estar firmes y creyendo que somos hijos verdaderos de un Dios poderoso y que tenemos armas poderosas para derrotarlo. Ahora bien, si somos pueblo adquirido de Dios, tenemos que avanzar al otro nivel y no quedarnos sólo como salvos.
Ningún ser humano podía ejercer esa función de Sacerdote y Rey al tiempo en la antigüedad, pues el sacerdote no podía ir a la guerra y mucho menos manchar sus manos de sangre enemiga. Además, sólo Jesús es el Rey y supremo sacerdote al mismo tiempo.
Entendemos cuáles son las funciones de un Rey pero podemos tener ideas equivocadas de lo que es un sacerdote. Pero ¿cuál es la verdadera misión de un sacerdote?
Primero que todo, Interceder al Padre para que su reino sea establecido en cada ser humano, y rogar por todos aquellos que estén pasando por momentos difíciles; rogar para que las personas salgan del pecado; orar por las personas que estén gobernando, para que podamos vivir quieta y reposadamente.
Segundo, Guiar a que otros se vuelvan a Dios. Solamente una persona que esté "sana espiritualmente" podrá guiar a otro. El Señor dice que un ciego no puede guiar a otro ciego, pues ambos caerían.
Tercero, Convocar a la adoración y oración a las personas. Es necesario adorar a Dios, pues Él habita en medio de la alabanza de su pueblo.
Declaración
Gracias, Señor, por adquirirme con la sangre preciosa de Cristo. Gracias por hacerme parte del linaje real. Gracias por considerarme un sacerdote y un rey. Es un privilegio poder anunciar las virtudes de Cristo y de su poder restaurador y sanador.
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