domingo, 12 de junio de 2016

Día 164 La mesa con los panes


Éxodo 25:23........Harás asimismo una mesa de madera de acacia; su longitud será de dos codos, y de un codo su anchura, y su altura de codo y medio. Y la cubrirás de oro puro, y le harás una cornisa de oro alrededor. Le harás también una moldura alrededor, de un palmo menor de anchura, y harás a la moldura una cornisa de oro alrededor. Y le harás cuatro anillos de oro, los cuales pondrás en las cuatro esquinas que corresponden a sus cuatro patas. 

La mesa de los panes estaba situada a mano derecha, según se entraba en el lugar santo.
Se trataba de un mueble hecho de madera de acacia recubierto de oro. Sobre ella estaban los doce panes que eran colocados sobre ella cada día de reposo.

La madera tipifica la naturaleza humana de Jesús. Él era un verdadero hombre nacido de una mujer, pero al mismo tiempo es Dios que se hizo hombre por amor a nosotros con el fin de redimirnos; de ahí la cubierta de oro representando su deidad.

Los panes tipifican al pueblo de Israel (las doce tribus) en la presencia de Dios. 

Los panes no tenían levadura, pues esta tipifica al pecado. Todo aquel que se acerca a Dios debe hacerlo en santidad, pues sin ella es imposible verlo.

Dice levítico 24:7  "Pondrás también sobre cada hilera incienso puro, y será para el pan como perfume, ofrenda encendida a Jehová Cada día de reposo lo pondrá continuamente en orden delante de Jehová, en nombre de los hijos de Israel, como pacto perpetuo."

El aroma o perfume en el pan tipifica la acción del Espíritu Santo en el creyente en Cristo. Esto lo da es el tiempo que permanece en la presencia de Dios, cuando el ora, intercede por otros y le adora en lo secreto. De igual manera, el pan, al durar siete días al lado del incienso, tomaba su aroma.

El pan era remplazado todos los días de reposo por uno nuevo, tipificando que cada día de reposo dedicado a Dios somos renovados, somos transformados en nuevas criaturas (para el cristiano el congregarse en el día de descanso).


Declaración
Seré como ese pan; estaré siempre en su presencia y seré renovado cada día por el poder de la sangre derramada por Jesús para el perdón de nuestros pecados. Su Santo Espíritu dará de su aroma a mi vida. Seré de grato olor a mi padre en los cielos

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