Éxodo 25:17....... Y harás un propiciatorio de oro fino, cuya longitud será de dos codos y medio, y su anchura de codo y medio. Harás también dos querubines de oro; labrados a martillo los harás en los dos extremos del propiciatorio.
¡Que Dios tan bueno, perfecto, cuidadoso de nosotros y pendiente de todo detalle tenemos! No conforme con poner en nuestros corazones su palabra que nos da vida y nos sustenta, sus leyes y estatutos que nos previenen de infringir sus mandamientos al pecar y de darnos autoridad sobre todo los principados, potestades y gobernadores de las tinieblas, también ha puesto una cubierta blindada para que nadie nos dañe.
El propiciatorio es esa cubierta que está sobre el arca del testimonio cubriéndola día y noche y, en forma representativa, dos querubines (ángeles guardianes asignados por Dios) le guardan.
Aparte de todo esto, la sangre de Jesús, salpicada sobre ella como un sello, impedirá que el maligno la toque, ni se atreve, pues le teme en gran manera.
Y harás un propiciatorio de oro fino, cuya longitud será de dos codos y medio, y su anchura de codo y medio. Harás también dos querubines de oro; labrados a martillo los harás en los dos extremos del propiciatorio. Harás, pues, un querubín en un extremo, y un querubín en el otro extremo; de una pieza con el propiciatorio harás los querubines en sus dos extremos."
Y los querubines extenderán por encima las alas, cubriendo con sus alas el propiciatorio; sus rostros el uno enfrente del otro, mirando al propiciatorio los rostros de los querubines. Y pondrás el propiciatorio encima del arca, y en el arca pondrás el testimonio que yo te daré.
Y de allí me declararé a ti, y hablaré contigo de sobre el propiciatorio, de entre los dos querubines que están sobre el arca del testimonio, todo lo que yo te mandare para los hijos de Israel.' (Éxodo 25:17-22).
El hombre que guarda en su corazón la ley de Dios para cumplirla, Dios le guardará a Él de todo mal. (Deuteronomio 28).
Declaración
Gracias, Señor, por guardar mi corazón. Gracias por ser propicio a mí. Gracias por la sangre preciosa de Jesús, derramada para el perdón de mis pecados, la cual, como un sello, impide el mal sobre mí.
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